miércoles, 18 de septiembre de 2013

LOS ARPONES Y LAS PIRCAS VERTICALES. SOBRE LA ESTETICA Y LA OBRA DE JOSE LUIS DE LEO –Un renacimiento de lo Americano- COMENTARIO por el Arquitecto y Escultor Sergio Ardohain

En la obra de De Leo lo importante no es el articulo de galería ni el artificio de virtuosismo, no es el detalle metódico y pulido, el gesto decorativo, la simple anécdota grafica, sino desde lo plástico, es el espacio que se genera alrededor de sus obras, o en su interior cuando encierran esa materia virtual, tan solida y tan etérea que es el vacio, y por otro lado es fuerte componente simbólico que las engloba y genera, esa referencia al origen arcaico americano, prototipo de toda identidad artística. El arpón (casi es como el autor denomina sus obras, como también ¨pircas verticales¨) genera frente al espacio enmarcado, un lugar cargado de fuerzas espirituales y su composición estética con fuertes diagonales y volúmenes vibrantes se alejan de toda medida de orden matemático. El escultor identifica esta vuelta al origen con las pircas de las primitivas esculturas americanas. Las mismas pircas en las que jugaba en las sierras de Tandil de su infancia. Quiere instaurar un posible arte futuro, y elige como escusa el arte de pircar, pero esta vez a partir de distintos materiales y recursos técnicos. Con una sencilla operación de verticalizar la pirca. Sus obras se erigen como un hito del arte americano. Rescata desde lo simbólico el legado de las pircas y los arpones, cuyos restos físicos permanecen en las lejanías de nuestra historia prehispánica, como legado ancestral de estas tierras. Todos pueden ¨pircar¨ según su teoría. Todos pueden erigir una imagen que de identidad a nuestra tierra. Se trata de recuperar el espacio vacío de nuestra historia, si es que la escultura además del espacio material, trabaja ese otro lugar, que es el tiempo histórico. El vacio que dejo la historia oficial, con todas sus falacias y deformaciones. Y son precisamente a partir de las pircas y los arpones que se genera su obra, esas armas de pesca indígenas, estos paramentos de piedra sin trabajar superpuestas que aún se conservan en distintos sitios arqueológicos de Sudamérica. El escultor descubre en ellas el arquetipo simbólico, simple pero aglutinante de muchos conceptos, con el que asocia, reúne y funde el nombre de los americanos. En modo alguno, las afirmaciones realizadas en su trabajo, son concluyentes, su obra es una metáfora. No se trata de una mera representación, es un icono de lo profundo de ese imaginario que flota en el arte del continente, que aun busca un objeto que lo identifique, un lugar donde arraigarse. Otorga raíz estética a toda nuestra espiritualidad. Se genera en el espectador una tendencia al pasado remoto y una vuelta al origen. Escultura originaria No es un ejercicio escultórico de autocomplacencia, ni una demostración de virtuosismo. Sus esculturas encierran un mensaje simple. Y es precisamente esa simplicidad la que le otorga su valor de trascendencia. La coherencia de su obra y su firme fundamento le permite no caer en el arte del mercado. No pretende formar parte de lo que se denomina escultura culta, un arte de bienes y servicios, de mercancías y transacciones, patrimonio exclusivo del ocio especializado de las galerías y los museos, y de las clases que pueden adquirirlas y ostentarlas. Su trabajo exige un regreso a la tierra y a su pueblo. De Leo se coloca en un plano distinto al de sus contemporáneos, el artista no debe terminar siendo un productor de obras burguesas, sino transformando su vida en una obra de arte. Es la visión del arte en su perfil transformador. Ya lo decía el arquitecto Adolf Loost el adorno es un delito. Y la escultura de De Leo pretende establecer una nueva estética para alcanzar nuevos valores plásticos por un lado, donde este ausente todo virtuosismo, o al menos que lo parezca. Es un juego infantil de movimientos y vibraciones de planos, artistas, incisiones y vértices. Donde no tiene cabida la curva tradicional, sino la sugerida, la continuidad de los ¨paisajes¨-incisiones y a través de artistas que nos hacen leer la curva virtual, la ley de la buena curva o del destino común, el cilindro que forma el ojo, tan desarrollada en la teoría de la Gestalt. Y por otro lado, generar nuevos valores éticos, valores de la tierra, del agua, del arte y del fuego. Es la búsqueda de una escultura pura, sin artificios. Pretende crear una conciencia espiritual con fuerte identidad en lo americano en particular, pero proyectada a la humanidad en general. En una simple referencia simbólica, pero sus obras no deben ser confundidas con formas totémicas ni menhires, no tienen connotaciones de culto, ni religiosas. Tampoco deben ser entendidas como iconos fálicos. Es una obra ¨áspera¨ como dice el autor, ¨con unas leves ondulaciones que la suavizan o endulzan en su elegante rispidez poniendo en marcha nuestra marcada emotividad de criollos de Américas, a quienes nos marca el hecho de ser un crisol de razas¨. Sus esculturas tallan un sincretismo entre lo cultural, lo pagano, lo religioso prehispánico, el cristianismo… lo aborigen. Es una obra conciliadora. Se dirige hacia lo que él denomina ¨un renacimiento americano¨. Quizá sea la obra de De Leo, sin despreciar nuestro pasado artístico (aunque a veces tan especular de imágenes extranjeras, y tan ajenas a lo aborigen) una página nueva en la historia de nuestra escultura. es la historia de un hombre que creyó en la posibilidad de romper con el lenguaje establecido, de los tratados postulados por la colonización europeizante, de los vestigios de la academia y crear formas para una tierra nueva.

lunes, 16 de septiembre de 2013

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